lunes, 31 de marzo de 2014

Noé, visto por la Beata Ana Catalina Emmerick

Aprovechando que este fin de semana se estrena en España la película Noé de Darren Aronofsky, protagonizada por Russel Crowe y Jennifer Connelly, dejo aquí las visiones que de este patriarca tuvo Ana Catalina Emmerick.

Las visiones y revelaciones de la beata estigmatizada de Dulmen son un regalo de Dios para consuelo de los fieles, y pueden ser utilísimas para explicar algunos pasajes oscuros (todo ello teniendo presente el VALOR ÚNICO de las Sagradas Escrituras). Entre los más oscuros se hallan los del Antiguo Testamento.

Recogidas en su día por el poeta alemán Clemente Brentano, las visiones sobre la creación del mundo angélico, la de nuestros primeros padres, su caída, etc. son de una gran belleza, cuya lectura recomiendo. Y no se queda ahí: continúa con la vida de María y de Jesús, los tiempos del Anticristo, visiones sobre reliquias y santos, etc.

Aún no he visto la película (sólo el trailer) e ignoro en qué medida se basa en los relatos de la Biblia (Génesis, 6 a 9). Por ello no puedo emitir ninguna opinión al respecto (bueno: el grito ese de "¡Tomad el Arca!" no aparece por ningún lado; los hombres de entonces ni se imaginaban lo que iba a venir y al parecer lo de Noé les pareció, digamos, chocheo de viejo), pero creo que hará un gran bien a las almas de los espectadores.

Que el cine te hable de Dios no es lo habitual, por desgracia, pero algo se va moviendo: La Pasión de Mel Gibson, De Dioses y Hombres, Cristiada (For Greater Glory), Bella, A Prueba de Fuego, Las Crónicas de Narnia, e incluso El Señor de los Anillos parecen indicar que a Hollywood le sale rentable invertir en producciones o superproducciones bíblicas, o como mínimo espirituales.

Ya en otra ocasión me vi obligado a transcribir la profecía de nuestra Beata sobre los dos Papas, que resultó no ser una profecía. Es mi intención más adelante volver a escribir sobre sus visiones.

De momento aquí os dejo la historia de Noé. Refrenando el espíritu de curiosidad del que nos ha advertido el Papa Francisco, estoy seguro de que los párrafos que siguen os gustarán. Corto lo que no es importante para la historia. Las palabras entre corchetes son mías.

Introducción

"He visto a los hijos de Caín volverse cada vez más impíos y sensuales. Se dirigieron siempre más a esos lugares [donde moraban los ángeles rebeldes que tuvieron un momento de arrepentimiento o duda, y no cayeron tan profundamente como los demás: una montaña alta e inaccesible que en el Diluvio quedó deshecha. Tras éste, fueron dispersados por el ámbito de los aires], y los ángeles caídos se apoderaron de muchas de esas malas mujeres y las dirigían, enseñándoles toda suerte de industrias y seducciones. Los hijos de estas mezclas eran de grande estatura; estaban llenos de toda clase de mañas y artificios y se hicieron instrumentos de los espíritus y ángeles caídos. De este modo se formó en esa montaña y su alrededor una raza de gente que por la fuerza y seducción trató de pervertir a los descendientes del justo Set. Fue entonces cuando Dios anunció a Noé el Diluvio, y el patriarca tuvo mucho que sufrir por causa de este pueblo impío y perverso.

Noticias del arca y proximidad del Diluvio

He visto a Noé como anciano de infantil aspecto, cubierto de vestidura blanca y larga, trabajando en una huerta de árboles frutales. Podaba los árboles con  un cuchillo retorcido de piedra.

Una vez se acercó como una nube junto a él y apareció en ella la imagen de un hombre. Noé hincó las rodillas delante de la aparición, y entendí que Dios le dijo que quería destruir a la humanidad, y que Noé debía construir un arca. Noé se puso muy triste por ello y lo he visto pidiendo perdón y misericordia.

Noé no empezó de inmediato su trabajo y por dos veces más se le apareció el Señor mandándole empezar la construcción. De no hacerla sería envuelto él mismo en la destrucción general. Lo vi luego salir del país e irse con su familia hacia la comarca donde más tarde vivió Zoroastro (la estrella brillante). Vivía entonces en una región más alta, boscosa y más solitaria, con mucha gente que había emigrado con él, en tiendas de campaña. Tenía allí un altar delante del cual ofrecía sacrificios. Noé y su familia no edificaban casas de material, porque creían ya en el anuncio de Dios del Diluvio. Los pueblos descreídos de los alrededores, en cambio, tenían caseríos de material, defensas, piedras, gruesas murallas y toda clase de edificaciones para defenderse de las amenazas divinas. Reinaba entonces un espantoso desorden sobre la Tierra. Los hombres se habían entregado a todos los desórdenes, incluso a los más innaturales. Cada uno robaba lo que podía. Invadían las heredades, casas y campos para destruirlos y talarlos, y robaban mujeres y vírgenes para satisfacer sus viciosas costumbres.

También los descendientes de Noé, a medida que aumentaban y se alejaban de él, se pervertían y causaban muchos disgustos depredando sus heredades y entregándose a los vicios. Los hombres de entonces no eran viciosos por ignorancia, o porque fueran salvajes o poco civilizados; estaba provistos de todo lo necesario, vivían cómodamente y había bienestar general: eran malos por corrupción e impiedad. Ejercían la más abyecta idolatría: cada uno se fabricaba un ídolo de lo que le parecía y le prestaba adoración. Intentaban, con artes diabólicas, pervertir  también a los hijos de Noé.

Mosoc, un hijo de Jafet y nieto de Noé, fue seducido y cayó víctima de la seducción. Mientras trabajaba en el campo, bebió del jugo de una planta y quedó embriagado. No era vino lo que tomaban, sino el jugo de una planta que llevaban consigo en pequeños recipientes, para beber en el trabajo. He visto que también mascaban las hojas y el fruto de esa planta. Mosoc fue así padre de un niño, al cual se le llamó Hom. Cuando nació el niño pidió Mosoc a su hermano Tubal que se hiciera cargo del niño para ocultar su vergüenza, y Tubal accedió. (...) Tubal tomó para sí al niño y lo hizo criar en su casa sin delatar su origen. Así se explica que el niño llegó a entrar también en el Arca de Noé.

(...)

Transcurrió un tiempo notable en la construcción del arca, hasta que estuvo terminada. Noé empleó largos años en fabricarla. Por tres veces fue amonestado por Dios. Tomaba obreros y ayudantes; luego dejaba la obra, pensando que Dios había de perdonar, y demoraba su tarea hasta que finalmente la llevó a feliz término. He visto que en la fabricación del arca, como en la cruz de Cristo, se usaron diversas clases de madreas: palmeras olivos, cedros y cipreses. Talaban y preparaban la madera en el mismo lugar. Noé llevaba troncos sobre sus hombros al lugar de trabajo, y me recordaba a Jesús llevando su cruz a cuestas. El lugar de la fabricación era una colinita rodeada de llanos. He visto cómo ponían los fundamentos del arca.

El arca era por atrás redonda, el fondo hueco como una artesa, y embreada. Tenía dos pisos; los montantes estaban dispuestos uno sobre otro. Estaban huecos y no eran troncos de árboles redondos; eran a lo largo, en la intersección, redondos y tenían en el interior una médula blanca que se unía en el medio. Los troncos tenían estrías y las grandes hojas nacían en torno del tronco sin ramas. He visto cómo hacían saltar afuera la médula con un instrumento. Las maderas de los árboles las cortaban en tablas delgadas. Cuando Noé terminó de llevar y ordenar todo lo necesario, comenzaron a edificar el arca. La base estaba ya puesta y embreada; las primeras hileras de postes, colocados; fueron tapados con pez todos los huecos que se hacían durante el trabajo. Sobre este primer piso se colocó el segundo, y sobre él una hilera de postes para el tercer compartimento y el techo. Las ranuras y los intersticios entre los postes y las maderas eran cubiertos con maderas delgadas de color oscuro y amarillo, con fibras entretejidas, y las aberturas, incluso las más pequeñas, tapadas con algodón y con un musgo blancuzco que abundaba en ciertos árboles. Todo el interior y el exterior se cubrió con una capa de pez y betún. La techumbre era redonda. En el medio, de un lado y a media altura, estaba la puerta, y a ambos lados, dos ventanas. En mitad de la techumbre había una abertura cuadrada. Cuando estuvo terminada y pintada con esa materia lustrosa, brillaba como un espejo a los rayos del sol. Mucho tiempo trabajó aún Noé solo en los interiores del arca. En la parte posterior y redonda del arca había un altar de madera, cuya mesa formaba un semicírculo. Había también un lugar aparte, en torno del altar, con lienzos y tapetes. Delante del altar se veía un brasero con fuego y carbones, que era como el hogar. A derecha e izquierda había separaciones para moradas y habitaciones. Tenía toda clase de enseres y cajas adentro, y muchas semillas y plantas, que colocaban en tierra, junto a las paredes del arca, que aparecía así toda verde por la multitud de plantas. He visto que también llevaba a bordo vides con racimos amarillos de un codo de largo.

No se puede contar cuánto sufrió Noé en la fabricación del arca por la malicia y la obstinación de los trabajadores que le ayudaban, a quienes él pagaba con animales y con pieles. Se burlaban de él, le despreciaban de todas maneras y le llamaban loco. Trabajaban por la paga abundante; pero no dejaban de blasfemar y de burlarse. Nadie sabía para quién fabricaba Noé el arca, y así sufría toda clase de invectivas. He visto cómo al terminar, finalmente, dio gracias a Dios. Se le apareció el Señor y le dijo que se volviese a las cuatro partes del mundo y con una flauta de caña llamase a los animales que habían de entrar. A medida que se acercaba el tiempo del Diluvio el cielo se ponía más oscuro y se extendía un temor inexplicable sobre la Tierra; el sol no salía; un tronar continuo estremecía los ánimos. He visto a Noé caminar un trecho hacia las cuatro partes del mundo y tocar su flauta. A su llamada acudían los animales en orden, por parejas, machos y hembras, y atravesaban una pasarela de madera colocada delante de la puerta del arca, que luego fue retirada hacia adentro. Venían los animales más grandes delante, y entraban; primero, elefantes blancos y camellos. Llegaban llenos de ese temor que suelen tener cuando se aproxima una tempestad. Varios días duró la llegada y entrada de los animales. Los pájaros volaban continuamente, penetrando por la abertura de la techumbre. Las aves acuáticas iban a parar al fondo de la nave. Los animales terrestres en el espacio del medio. Los pájaros estaban debajo del techo, posados sobre estacas o jaulas. Los animales para ser sacrificados entraban en tandas de siete pares. Cuando se miraba el arca terminada, desde lejos, posada solitaria sobre la colina, aparecía brillante con un resplandor azulado cual si viniera del cielo.

Noé entra en el arca con los suyos

Había llegado el tiempo del Diluvio. Noé ya se lo había anunciado a los suyos. Tomó a sus hijos Sem, Cam y Jafet, con sus mujeres y sus hijos y descendientes: había allí nietos de cincuenta y sesenta años, y de estos, hijos pequeños y grandes, que entraron en el arca. Todos los que habían trabajado en la construcción del arca, y quedado libres de idolatría, entraron en ella. Había como cien personas adentro, lo cual era necesario para dar a tantos animales el pienso que necesitaban y hacer la limpieza de los compartimentos. No puedo decir otra cosa sino que siempre he visto que entraron en el arca los hijos de Sem, Cam y Jafet. Veo allí dentro muchas criaturas, niños y niñas; todos los descendientes de Noé que permanecieron buenos.

En la Sagrada Escritura no se habla tampoco de los hijos de Adán, fuera de Caín, Abel y Set, y sin embargo, veo yo allí muchas criaturas entre ellos y siempre en parejas, es decir, niños y niñas. Lo mismo se lee en la primera Epístola de San Pedro de sólo ocho personas que estaban en el arca; es decir, los cuatro patriarcas con sus mujeres, de los cuales descendieron todos los demás después del Diluvio. Al niño Hom también lo he visto en el arca, yaciendo en una artesa de cortezas, sujeto firmemente con una ligadura de pieles. He visto después flotando muchas de estas artesas de cortezas, como cunas de niños, acabado el Diluvio. He visto también en los huecos y en las habitaciones de piedras y ladrillos estas cavidades llenas de cunas de niños. Los lechos de los judíos estaban generalmente en las cavidades de las paredes.

Cuando el arca se levantó sobre las aguas y los hombres subían sobre los techos, árboles y montañas, y se veían ya muchos cadáveres y árboles flotando sobre las aguas, Noé y los suyos estaban ya seguros dentro del arca. Incluso antes de entrar Noé con su mujer y sus hijos y las mujeres de sus hijos, en el arca, pidió a Dios misericordia para los hombres. Retiraron el puente al interior y cerraron finalmente la puerta tras ellos. Todo lo abandonó; también parientes cercanos, con hijos pequeños, ya que éstos se habían retirado cuando fabricaba el arca. De pronto se desencadenó un temporal sin precedentes: los rayos caían sobre la tierra como columnas de fuego y los torrentes de las aguas caían como arroyos que se precipitaban de lo alto. La colina sobre la cual estaba el arca, pronto se convirtió en una isla. La calamidad fue entonces tan grande que yo creo que muchos se habrán convertido siquiera por temor.

He visto a un demonio negro, de espantoso aspecto, cruzar la oscura tempestad induciendo a los hombres a la desesperación. Sapos y serpientes buscaban refugio en algún rincón del arca. No he visto entonces ni mosquitos ni insectos; estos aparecieron después, para castigo y calamidad de los hombres.

He visto a Noé ofreciendo sacrificios sobre el altar, cubierto de lienzos blancos y colorados. Tenía Noé en una caja redonda varios huesos de Adán, que posaba sobre el altar cuando rezaba y hacía sacrificios. He visto sobre su altar el cáliz que usó Nuestro Señor en la Última Cena; este cáliz le había sido traído a Noé, mientras fabricaba el arca, por tres seres de larga y blanca vestidura, como los tres hombres que se aparecieron a Abraham para anunciarle el nacimiento de su hijo. Habían venido de una ciudad que después del Diluvio se hundió, y hablaron con Noé expresándole que, ya que era hombre de fama, debía llevar dentro ese cáliz, que encerraba un misterio grande, para que no se perdiera en el desastre del Diluvio. En el cáliz había un grano de trigo grande como una semilla de girasol y una ramita de vid. Noé metió ambas cosas en una manzana amarilla y los puso dentro del cáliz, que no tenía tapa. Debía crecer esa rama y brotar hacia fuera. Más tarde he visto este cáliz en poder de un descendiente de Sem, que vivió después de la dispersión de Babel en el país de Semíramis y que fue el padre de los Samanaes, los cuales fueron apartados por obra de Melquisedec del poder de Semíramis y trasladados a la tierra de Canaán, y llevaron consigo este cáliz misterioso.

Después del Diluvio

He visto flotar el arca sobre las aguas y muchos cadáveres en torno de ella. El arca se detuvo sobre una alta montaña, al oriente de Siria, abajo; montaña aislada y muy rocosa. Estuvo mucho tiempo allí.

Veo que ya aparece tierra, aunque cubierta de lodo y verde moho. Al principio, después del Diluvio, comían conchas y pescados, abundantes por doquiera; más tarde los he visto comer pan, y aves cuando se multiplicaron. Plantaron y cultivaron los campos. La tierra era tan fértil después del Diluvio que el trigo que sembraron tenía granos tan grandes como los de maíz; también sembraron la raíz de la planta Hom, que era mucilaginosa. La tienda de Noé la he visto, como más tarde la de Abraham, en una llanura, y en torno de ella las de sus hijos y descendientes.

He visto la maldición de Cam. Sem y Jafet recibieron de rodillas la bedición de Noé, de la mism manera que más tarde Abraham daba la bendición a Isaac. La maldición que Noé pronunció contra Cam, la he visto ir hacia él como una nube negra y oscurecerle la faz. Ya no era de tez blanca como antes. Su pecado fue como la profanación de una cosa sagrada, como la de un hombre que intentase entrar en el Arca de la Alianza. He visto surgir de Cam una descendencia muy perversa, que se fue pervirtiendo cada vez más, y oscurciéndose su cuerpo.  (...)

No me es posible expresar cómo he visto crecer y multiplicarse los pueblos y oscurecerse de todas las maneras, y embrutecerse. Con todo, de en medio de estos pueblos envilecidos, se esparcía alguna luz de verdad y algún deseo de ser clarificados.

Tubal y los descendientes de Noé

Cuando Tubal, hijo de Jafet, con sus hijos y los hijos de su hermano Mosoc, se hizo indicar por Noé las tierras que habían de habitar, eran ya quince familias. Los hijos de Noé se iban alejando del patriarca a tierras más o menos distantes; pero en torno de él. Las familias de Tubal y Mosoc se alejaron de Noé para ocupar comarcas más alejadas de ese centro común. Cuando finalmente los hijos de Noé se multiplicaron y empezaron a desunirse, quiso Tubal alejarse aún más, para no tener que comunicarse con los hijos de Cam, que habían concebido ya la idea de la construcción de la Torre de Babel. Tubal y sus hijos no concurrieron a la edificación de la torre cuando más tarde se les llamó para ello, como también los hijos de Sem se negaron a cooperar. Tubal se acercó con los suyos a la tienda de Noé para que les señalase las tierras que habían de ocupar. Noé vivía entonces en una montaña entre el Líbano y el Cáucaso. Noé lloró, porque amaba a esta descendencia que se había conservado más piadosa que las otras. Les indicó una región hacia el noreste y les recordó los mandamientos de Dios, y el ofrecimiento de sacrificios, y se hizo prometer que conservarían la pureza de su raza, no mezclándose con los hijos de Cam. Les dio vestidos y cinturones que había conservado en el arca, para que los usasen los jefes de familia en el culto de Dios y en los casamientos, para ser preservados del mal y de la impura descendencia. El culto que Noé ofrecía a Dios me recuerda a las ceremonias de la Misa. Consistía en oraciones y respuestas. Noé se movía de un lado a otro del altar y se inclinaba a veces profundamente.

(...)"

Siguen las visiones con la historia del niño Hom ya crecido (al que la beata Ana Catalina Emmerick atribuye el origen del paganismo con sus aberraciones y prácticas supersticiosas e idolátricas), la Torre de Babel, Egipto, Melquisedec, Derketo y Semíramis...

Para quien quiera profundizar: Beata Ana Catalina Emmerick, Visiones y Revelaciones Completas, Volumen II, Ciudadela Libros, 2012, páginas 219 a 228.



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