Mi nombre es Sebastián Isael Pla Martorell, aunque todos me conocen por Isael, y este es mi pequeño blog. Escribo sobre lo que me apetece, pero sobre todo, escribo para Dios.

viernes, 31 de diciembre de 2010

Voluntariado vocacional

Hoy he llegado de Barcelona después de ayudar a las Hermanitas de los Pobres de la Ciudad Condal, congegaión fundada por Santa Juana Jugan (en la imagen). Han sido dos días preciosos por el trabajo hecho, la compañía de seis jóvenes estupendos, por las monjas que nos han recibido y los ancianos que hemos acompañado. Tres jóvenes que estuvieron colaborando en el Cotolengo han decidirse quedarse un par de días más.

Sólo una cosa que decir: ya no me chirría hablar u oir hablar de "santidad". Antes me parecía algo extraño: "este es Santo", "Santidad en el trabajo", y más. Ahora, escucho al seminarista Lester, nicaragüense, que llegará a ser un gran Santo Sacerdote, hablar con toda naturalidad utilizando esa palabra y no me parece extraña en sus labios. Les decía a unas chicas que formaron parte del grupo, "sois las santas de Cataluña", y me pareció la cosa más normal del mundo. Santidad, ¡qué bella palabra! ¿Hicimos un trabajo santo? Lo hicimos para Dios, sólo para Él. Ni siquiera para los abuelos con los que estuvimos. Eso es algo que comprendió muy bien la Beata Madre Tersa de Calcuta. Porque lo hicimos para Él, que es el Santo de los Santos, el "Sancta Sanctorum" y fuente de toda Santidad, nuestro trabajo fue santo. Y lo fue porque Él nos dejó hacerlo, y por eso se lo agradezco.

¡Te damos gracias, Señor, porque nos haces dignos de servirte en Tu presencia!
Otra cosa, que quizá sea lo más importante en estos días para mí: la madre Josefina y yo tuvimos una conversación en la escalera que bajaba hacia la planta baja, cuando iba a despedirme y después de pedirle que rezara por mí, porque lo necesito y mucho; ella en el rellano y yo en unos escalones inferores. Esa conversación la guardo en mi pecho, y como hizo María, la meditaré en mi corazón. De esa conversación puede salir mi futuro. "Déu ens ha ficat aquí, a esta escala", me dijo, y es verdad. Sus palabras de madre, de Santa, me han hecho mucho bien; han sido seguras, tan seguras que... no sé... me da miedo su claridad. Le estoy muy agradecido. ¡Señor, María, que vea!


¡Viva Cristo Rey y viva Nuestra Señora de los Ángeles!

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