PERDONADO (FORGIVEN), de Thomas Blackshear II

Finalmente he encontrado el cuadro que quería comentar y cuyo título lo es también de la hoja de hoy. Thomas Blackshear II es un artista negro americano autor de unas pinturas y esculturas religiosas y profanas preciosas. La de hoy es sólo una muestra, pero creo, por lo que he visto en internet, que es de las más populares. No obstante, la imagen que inserto no le hace justicia al original, así que dejo esta dirección que he descubierto hoy para que quien quiera pueda verla bien; además viene con una explicación en inglés que coincide casi plenamente con lo que me inspiró el cuadro, cosa que me ha alegrado mucho: http://www.collectorhub.com/cgi-bin/globaltemplate.cgi?id=18

La pintura representa a Cristo vestido de blanco inmaculado y luminosos con la cabeza cubierta por el mismo ropaje. Tiene en las manos y los pies los signos de la Pasión y sostiene a un hombre desfalleciente que sujeta con su derecha un martillo y con su izquierda un clavo. De Cristo sale un reguero de sangre, a los lados del cual hay varios lirios. Cuando vi a ese hombre me vi a mí.

Ese hombre, yo mismo, todos, somos sostenidos por Cristo, especialmente cuando vamos a caer y le pedimos que no nos deje. Contribuimos a la Pasión y muerte del Señor con nuestros pecados. Cada vez que peco siento que le he dado otro latigazo a Jesús, que le he clavado otra espina en la frente u otro clavo en pies y manos, y le digo que yo no merezco que haya venido a salvarme, a sufrir por mis pecados y a cargar con ellos, a morir por ellos, porque soy pecador y no tengo remedio. Sufrió por mí y no le correspondo, sino que le hago más mal ofendiéndole.

Dice la interpretación de la página web que de la sangre de Cristo que representa ese riachuelo nacen lo lirios. Yo lo entiendo como que lo lirios, símbolos de pureza, marcan el camino por el que he de ir, por el camino de la limpieza, pero no puedo solo y me cuesta muchísimo. Me cuesta tanto que si no me sostiene Cristo, me doy de bruces. Y aún cuando me sostiene, caigo en ocasiones. A veces puedo, y es por la ayuda de Jesús; otras puedo, pero no quiero y caigo, porque en verdad no puedo decir que no pueda, pues todo lo puedo en Dios. Y cuando caigo, me duele. Ese es el dolor de pecado, un dolor muy especial, muy intenso que sólo experimenté a partir de mi conversión. Un dolor que me hace arrepentirme ipso facto y buscar el perdón del Señor inmediatamente, en la confesión. Un dolor que, aunque parezca mentira, es dulce y nos muestra la misericordia infinita de Dios.

Las rodillas de los pantalones vaquero del hombre están manchados, porque se han apoyado en el suelo no sólo para clavarle los clavos con comodidad, sino porque después cayó.

Qué bueno es Dios Padre, que envió a su Único Hijo para cargar con nuestras culpas. ¡Cuánto nos quiere! No lo merecemos, Señor. No te merecemos, Señor, pero te amamos.


¡Viva Cristo Rey y Viva la Virgen de la Soterrana!