Mi nombre es Sebastián Isael Pla Martorell, aunque todos me conocen por Isael, y este es mi pequeño blog. Escribo sobre lo que me apetece, pero sobre todo, escribo para Dios.

martes, 7 de junio de 2011

Pilatos (continúa)

No dejan de ser contundentes algunas imágenes que describe el relato: el loco que se cree Cristo, que en los dibujos (no podré compartirlos, porque el escáner los saca con mala calidad) aparece tal como lo describe doña Emilia Pardo Bazán, con el pelo largo y negro, delgado y barbudo; la penitencia y mortificación a que acostumbraba en la cueva de la sierra; esa mirada mansa y amorosa que dirige a los visitantes; el sermón reconfortante a los locos y enfermos; pero sobre todo, el encuentro de Manuel con la procesión de Semana Santa... un Cristo frente a otro Cristo, ambos con la cruz a cuestas... la gente sobrecogida... ¡menuda estampa!

El propio nombre de Manuel no deja de ser bastante llamativo. Manuel significa "Dios con nosotros", como se conoce al mismo Cristo, y así fue profetizado por Isaías: "El Señor mismo os dará por eso la señal: He aquí que la Vírgen concebirá, y dará a luz un hijo, y será llamado Emmanuel " (Isaías 7, 14).

¡Ojalá pudiera compartir el primer dibujo que acompaña al texto! Aparece el director del manicomio mostrando a los visitantes a Manuel, éste con el torso desnudo. Parece estar diciendo "Ecce homo", aquí tenéis al hombre.

Claro, las palabras últimas del curioso y el director son meridianas, pronunciadas por el propio Poncio en el Evangelio: "no hallo culpa en Él". Tras la insistencia de los judíos, finalmete se lavó las manos.

Si uno lee con atención las Escrituras, podrá advertir que en su vida aparecen personajes que repiten lo hecho por otros personajes bíblicos. He conocido a buenos samaritanos, a pilatos, a judas, a Abigaíl, a pedros, a saulos... He llegado a conocer, aunque suene un poco desconcertante, a alguien que se comportó como la Gran Ramera de Babilonia y acabó igual, ¡igual!. Y siguiendo con figuras del Apocalipsis, incluso a quien se le dio alas para proteger a sus hijos del dragón, y marcharse al desierto...

La vida es una continua recreación de la vida de Cristo, incluso de las historias del Antiguo Testamento. Al final, o estamos en un lado o en el otro, con Dios o contra Él. Debemos intentar imitar a los buenos, aunque sabemos que somos débiles, la tendencia al pecado pesa, y en alguna ocasión caeremos... ¿como Judas? Pues en cierta manera, cada vez que pecamos entristecemos al Señor como debió entristecerse cuando Judas lo entregó con un beso; es, en cierto modo, una traición. Cristo es el gran traicionado de la Historia, y aún así, sigue buscándonos a nosotro, a quienes no necesita en absoluto, mientras sí lo necesitamos a Él.

¿Como Judas, pues? No. Como Pedro. ¡O como el Rey David! Lloraremos amargamente, pero no nos desesperaremos, porque la Misericordia de Dios es infinita. Cualquier pecado, ¡cualquiera!, es una gotita de agua (sucia) al lado de un océano de Divina Misericordia. Lo sabemos, y ahí está el impresionante Miserere del Rey salmista para recordárnoslo.


¡Viva Cristo Rey y viva Nuestra Señora de Icíar!


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