Tienen por costumbre en El Gardendal leer los días del mes de Mayo, el mes mariano, algunas historias y episodios relacionados con nuestra Madre; historias y episodios dulces y preciosos, como le corresponde a Ella, todo dulzura. Mi buen amigo Jesús, gardendalista ejemplar y apasionado devoto de Nuestra Madre, me pasó la siguiente historia que ocurrió en mi ciudad, Vinaròs, y que no me resisto a compartir. La cuenta un sacerdote carmelita repitiendo lo que le relató el conocido Cardenal Vicente Enrique y Tarancón, por entonces jovencísimo párroco y arcipreste de mi marítima ciudad durante varios años. Seguro que os va a gustar tanto como a mí.
Cuenta el Cardenal
Tarancón: "Era el mes de junio de 1938 en Vinaroz. Un oficio recibido de
las autoridades militares solicitaba nuestra cooperación para prestar auxilios
espirituales a diez condenados a muerte.
A las once de la noche
entraron en capilla los reos, y desde aquel momento los tres sacerdotes que
éramos entonces en Vinaroz entrábamos en comunicación con ellos, ofreciéndoles
la vida eterna, ya que no podían salvar su vida temporal.
Cuando ya se habían
confesado casi todos, se me acerca el coadjutor y me dice al oído: "Señor
cura, no he podido conseguir nada con aquel hombre, ¿por qué no lo prueba
Vd.?".
Fui allá, me recibió muy
atentamente, y comprendí enseguida que era un hombre culto y que tenía, además,
una formación cristiana poco corriente. Aquellos detalles me animaron.
Pero mi desilusión fue
terrible cuando, después de haber hablado con él por espacio de más de media
hora, me dijo estas palabras textuales: "Mire, Padre, yo le agradezco muy
sinceramente lo que Vd. está haciendo por mí. Comprendo que Vd. está pasando
una mala noche por mi causa, ya que Vd. no ha de sacar ningún provecho de que
yo me confiese, pero le suplico que no insista; desde ahora le puedo asegurar
que no he de confesarme. Yo fui educado cristianamente, pero he perdido la
fe".
Quedé aturdido. Pero
inspirado, sin duda, por la Santísima Virgen, me atreví a proponerle: "¿Me
haría Vd. un favor?" "El que Vd. quiera - me contestó -, con tal que
no me pida que me confiese". "¿Me permitiría - añadí - que le
impusiese el Santo Escapulario?". "No tengo inconveniente - me dijo;
a mí no me dicen nada esas cosas, pero si con ello le he de complacer, puede
hacerlo".
Le impuse acto seguido
el Santo Escapulario del Carmen y me retiré enseguida a orar por él a la Virgen
Santísima. El fue a sentarse a un rincón. Aún no habían
pasado cinco minutos, cuando oí como una especie de rugido y unos sollozos
fuertes y entrecortados, que me alarmaron. Entré de nuevo en la habitación y vi
a aquel hombre que se me echaba encima llorando inconsolablemente Y que me
decía, en medio de sus lágrimas: "Quiero confesarme, quiero confesarme. No
merezco esta gracia de Dios. La Virgen me ha salvado".
Ante la admiración y
asombro de todos los presentes, se confesó, sin dejar de derramar lágrimas ni
un solo momento, con una contrición realmente extraordinaria y enternecedora. Y
cuando, a última hora, antes de llevarlos al lugar de ejecución, me despedí de
ellos, me abrazó y me besó, mientras me decía: "Gracias, Padre; gracias
por el bien inmenso que me ha hecho. En el cielo rogaré por Vd. Gracias y hasta
el cielo".
Confieso sinceramente
que me conmovió aquella escena y que mis lágrimas se unieron a las suyas,
mientras daba gracias al Señor por aquella maravilla y agradecía a la Stma.
Virgen el que hubiese permitido ser testigo de aquella manifestación espléndida
de su amor maternal y misericordioso".
R.P. Juan Fernández Martín, Carmelita
Qué buena es la Mami, camino rápido, velocísimo, hacia Jesús...
Muchas gracias por tan bello y real relato y por tus elogios.
ResponderEliminarDevoto de Ntra. Madre, por supuesto. Gardendalista ejemplar, me falta mucho trecho por recorrer.
Espero que sigas escribiendo para beneficio de propios y ajenos y AMGD.
Fuerte abrazo.
Tu amigo:
Jesús.
¡Gracias a ti, Jesús!
ResponderEliminarYo no creo que haya tanto trecho que recorrer, pero si lo hay, ya sabes que María es caminito directo :)
¡Un fuerte abrazo!
Ya ves tú que lo publiqué yo el día del Carmen, y al leerlo avisaste a nuestra amiga de que ocurrió en tu pueblo. Es una historia desgarradamente bella.
EliminarIsael: que estés bien. Un abrazo.
Sí, es una historia bella, como corresponde siempre a Nuestra Mami. ¡Y ocurrida en Vinaròs, ni más ni menos!
EliminarUn abrazo y continúo contando con sus oraciones :)
¡Qué maravilla! También lo ha puesto hoy Miguel en su blog. No sabía que había sucedido en tu pueblo.
ResponderEliminarLa verdad es que me llena de satisfacción ver cómo cosas tan bonitas han ocurrido aquí, cómo la mano de la Mami se mueve en todos lados donde tiene a sus hijitos...
Eliminar¡Gracias por hacérselo saber a nuestro gran mossén Miguel, Clara!
Perdón. Pongo estas palabras solo para marcar el "avisarme". Antes, me he olvidado.
ResponderEliminarNo creo que sea casualidad que se haya publicado en 2 blogs una historia así :)
EliminarPor supuesto que estás diariamente en mi Rosario. En cuanto a la casualidad, no existe, sino la "causalidad", porque desde arriba ven las cosas enteras, y nosotros, a trozos. Podemos suponer que a más de uno esta historia de la Virgen (¡en Vinarós!) le dará un empujón y una buena ayuda. Un abrazo, Isael.
ResponderEliminarAmén a eso, padre :)
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