Mi nombre es Sebastián Isael Pla Martorell, aunque todos me conocen por Isael, y este es mi pequeño blog. Escribo sobre lo que me apetece, pero sobre todo, escribo para Dios.

viernes, 28 de mayo de 2010

Gracia


Esta imagen expresa bien el amor de Dios y su gracia para con nosotros. Su título es Spiritual Warfare (Guerra espiritual), de la artista negra norteamericana Laurie Cooper. La obra de esta pintora suele representar personas de color (de color negro, vamos), algo que no consideraré en las líneas siguientes, por lo que espero no me tachen de racista ni nada parecido.

El demonio, la serpiente antigua, el pecado, nos tiene bien cogidos ¡y más ahora, en que no se considera pecado al pecado! La serpiente es gruesa, enorme, nos ha hecho prisioneros a base de enroscarse por nuestro cuerpo; nos ha inmovilizado las manos y ya no podemos zafarnos. Si nos fijamos bien, vemos que el escamoso anillo inferior es particularmente grande; yo digo que de cintura para abajo es donde ha hecho su morada el pecado, y trepa con toda la velocidad que le dejemos hasta reducirnos. El veneno de la serpiente nos ha ennegrecido y envilecido la carne, y ahora aquélla se dispone a dar el mordisco final en nuestra misma cabeza desprotegida.

Pero he aquí que Dios no lo permite. La luz que viene de lo alto asusta y enfurece al reptil, que se aparta para no ser siquiera tocado por ella (que la artista no haya pintado a la serpiente con las fauces abiertas y mostrando los colmillos le da a ésta un aspecto aún más repugnante). Aquella luz que contrasta con la oscuridad del ambiente es de Dios, y tiene forma de Cruz que se proyecta en la calva del hombre. El hombre inclina la cabeza porque se reconoce indigno, porque ha sido él mismo quien ha permitido a la serpiente reptar y reptar, enroscarse y enroscarse, dar una y otra vuelta alrededor de su cuerpo, sin ver la amenaza por creerla al principio inofensiva e incluso divertida, y luego, creerse con fuerzas para quitársela de encima. Al final sabe que está atenazado, que ya es víctima, que sólo la ayuda de lo alto puede socorrerle, puede salvarlo, aunque no la merece. Aún así, reza. "Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme". "Dios mío, ven en mi ayuda; Señor, date prisa en socorrerme".

Y Dios interviene de inmediato. Ayuda siempre. Escucha siempre. Ama siempre. Perdona siempre. Cuando nos veamos angustiados, sólo tenemos que pedirle y nos dará, por muy pecadores que hayamos sido o indignos que nos creamos. Cualquier frase pidiendo ayuda bastará. Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia.

Doy fe.

Un último comentario: el título de la obra es "Guerra espiritual", no "Ayuda divina". Digo esto porque me he centrado en la ayuda gratuita de Dios, no en la guerra espiritual, sobre la que diré que, muy de acuerdo con el cuadro, nos es difícil ganar en la batalla por nosostros mismos, necesitamos el socorro del "Séptimo de Caballería": Cristo, su Iglesia y los Sacramentos. Debemos luchar, porque Dios nos quiere luchadores, no ganadores. No podemos salvarnos por nosotros mismos, igual que no podemos levantarnos tirándonos de los pelos.

¡Viva Cristo Rey y Viva la Virgen de Montserrat!


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