Mi nombre es Sebastián Isael Pla Martorell, aunque todos me conocen por Isael, y este es mi pequeño blog. Escribo sobre lo que me apetece, pero sobre todo, escribo para Dios.

martes, 24 de enero de 2012

Misa Tradicional en Valencia

Hoy es el día de San Francisco de Sales, patrón de los periodistas. Ora pro nobis Deo, y acuérdate de este humilde cristiano bloggero: que no falle en lo que escribe, por el bien de los que le leen, ni en lo que dice, por los que le escuchan, ni en lo que hace, por los que le ven. ¡Gracias!

El último día prometí que escribiría sobre la Misa a la que asistí el domingo, Misa tradicional o tridentina según el Misal de San Pío V. Voy a ello.

Quedé con mi amigo Cristóbal Caballero, abogado de Castellón, media hora antes de empezar la Eucaristía. Charlamos un poco y me explicó brevemente cómo sería la celebración, que no sabía si iba a ser leída o cantada. Finalmente fue cantada. Me dijo en tono misterioso y algo chistoso: "cuenta la leyenda que la madre del sacerdote celebrante (no recuerdo ahora el nombre), de origen vietnamita, se convirtió al oir el órgano de la Catedral de Notre Dame". Y yo, me lo creo. Las conversiones son así, casi por cualquier cosa: Dios te toca en un lugar, con una música, a través de una voz, poco a poco... ¡o a lo bruto! Y si no, que se lo pregunten a al mismísimo San Pablo, Patrón de Conversos.

Bien, pues entramos en la Iglesia del Convento de la Santísima Trinidad, Valencia. Empieza la Eucaristía. Y se confirmaron todas y cada una de mis sospechas: solemnidad, silencio, paz, sobrenaturalidad, intensidad, misterio, y otra cosa que no esperaba: humildad. Gran humildad ante Dios Padre al ofrecerle el sacrificio incruento de su Hijo, hecho hombre, hecho pan y vino.

La Misa duró más de una hora, y mentiría si dijera que con tanto canto en latín no se me hizo un poco larga. Pero vencí mi impaciencia; con las ganas que tenía de asistir a esta Eucaristía no iba a dejarme llevar por mis debilidades en ese momento.

El conjunto, sencillo y sobrecogedor.

Hice caso del consejo que me dio Maricruz Tasies-Riba y apenas eché alguna ojeada al Misal. Quise verlo todo: los gestos del celebrante, al que no le faltaba ni una sola prenda, palpar el ambiente...

Estos son los detalles que más me impactaron:

· La Consagración del pan y el vino dicha por el sacerdote en voz baja.

· La repetición por tres veces de la frase "Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme". En latín, claro. Al repetirla así uno se hace consciente de que realmente NO es digno.

· La administración de la Comunión: en la boca y de rodillas, como merece ser recibido Cristo Sacramentado, que es DIOS (nunca terminaremos bastante de meditar sobre este milagro y la reverencia de la que es acreedor), después de decir el sacerdote: "El Cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo guarde tu alma para la vida eterna. Así sea", sin necesidad de que el fiel conteste "Amén".

Espero con ganas poder asistir a la próxima Misa, que será leída.


Una curiosidad. Yo lo llamo "guiño". En el post anterior decía que los asistentes a esta Misa saldrían con la cara como Moisés: resplandeciente tras hablar con Dios. En la portada del Misal aparecían varios episodios de la Biblia: en la parte inferior, el profeta Elías con la viuda de Sarepta y su hijo. En medio, abarcando casi toda la portada, Cristo en la Cruz. Y encima, la primera imagen en que se apoyaron mis ojos tras la anterior: Moisés con los brazos sostenidos por Aarón y Hur y la cara... resplandeciente. A quien me diga que es una coincidencia, lo cogeré cariñosamente de la oreja y le diré con una sonrisa: "eso no existe, diablillo, eso no existe".


¡Viva Cristo Rey y Viva Nuestra Señora del Rosario!

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