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La lección que da este descubrimiento es clarísima: Dios arrebata incluso el nombre del último sumo sacerdote de Su religión, de Su Iglesia hasta ese momento, para otorgárselo a otro que sí lo merece. El primero dejó de merecerlo, y bautizó con su nombre al nuevo Sumo Sacerdote y primer Papa. Nos dice que aquella era la Religión verdadera, hasta que se corrompió y los sacerdotes con ella, porque vino el heredero de la viña y lo mataron, prefirieron sus tradiciones y mandatos humanos. Dios plantó su religión en otro terreno, pero no olvidó que aquel último Sumo Sacerdote era el legítimo... hasta que se deslegitimó. El signo de ese bautismo nos lo demuestra.
Le arrancó la mitra a uno y se la dio a otro. El primero, una piedra que se lanzaba contra Jesús para aplastarlo o al menos herirlo. El segundo, otra piedra o mejor, toda una roca con el encargo de anunciarlo y defenderlo.
Ay de aquellos a los que Dios ha dado un encargo y no lo cumplen según Su corazón. Dios tiene paciencia, pero si perseveran en el mal, les arrebatará la corona y se la dará a otro, como pasó con Judas Iscariote y Matías.
Y justo en este momento de mi vida de Fe, tengo que preguntar: "¿seré yo, Señor?".
Por favor, Jesús, te lo ruego... ¡no me contestes como al que te entregó!
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¡Viva Cristo Rey y Viva la Virgen de la Victoria!
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