Mi nombre es Sebastián Isael Pla Martorell, aunque todos me conocen por Isael, y este es mi pequeño blog. Escribo sobre lo que me apetece, pero sobre todo, escribo para Dios.

martes, 12 de febrero de 2013

Pescador de hombres

Un amigo (si me deja llamarlo así, pero cuyo nombre no revelaré para no hacerme el importante) me ha pasado el enlace de la noticia de El Mundo mientras chateábamos por el facebook y he sonreído al momento: he buscado la fecha segurísimo de que se trataba de una broma del día de los inocentes o de esos resbalones noticiarios que hacen Historia, pero no. Era 11 de febrero y la conversación transcurría así:

«Un rayo caído del cielo».

 Con estas palabras ha calificado

 la decisión del Papa
 el decano del Colegio Cardenalicio,
 Cardenal Angelo Sodano. Foto tomada
hoy mismo en Roma, por cierto.
- Oye, ¿lo de El Mundo es verdad?
- Estoy en ello.
- Dios mío.
- Es cierto -a los pocos instantes.

Creo que he estado todo el día aturdido con la noticia. ¿Pero por qué? ¿Qué ha ocurrido para que diese ese paso tan decisivo? Se podrán hacer mil conjeturas, que si conspiraciones por aquí, que si amenazas por allá, que si tal, que si cual... pero la opción mejor es creer al propio Papa: el peso de TODA la Iglesia de Dios era demasiado ya.

Que no quería terminar sus días como Papa del mismo modo que su predecesor ya nos lo dejó ver con sus palabras... y con sus gestos: cuando dejó su palio sobre la tumba de Celestino V en abril de 2009.

Nos deja unas bellísimas Encíclicas sobre el Amor, la Esperanza, y esperábamos otra sobre la Fe; unos libros sobre Jesucristo que son clásicos ya desde el momento de editarse, un gran ejemplo, una gran inteligencia, una gran humildad, una defensa serena del Magisterio y la Liturgia, y tantas otras cosas.

Recuerdo que los últimos días de vida de Juan Pablo II me emocionaron, y tuvieron mucho que ver en mi conversión. Se hizo en mí eso que, creo, señaló Chesterton: la Iglesia tiene a cada bautizado cogido como un pez en su anzuelo; el pececillo podrá nadar a su antojo años y años, surcar los mares bien lejos, bien lejos... pero cuando estire, vendrá a ella sin remedio. Fue la agonía del Beato Karol Woytila la que estiró el hilo para volver a entrar en la Iglesia. Lo único (aquí parafraseo a Maurice Baring) de lo que no me arrepentiré nunca.

Estoy seguro de que la decisión del Papa Benedicto XVI también ha movido algo desconocido en el corazón de un alejado, también ha tirado del hilo en cuyo extremo se hallaba un pez que creía verlo todo con distancia, sin importarle. Un pez "pillado" por nuestro último Papa, sucesor del Gran Pescador:

"Maestro, toda la noche estuvimos trabajando muy duro y no pescamos nada. Pero, si tú lo mandas, voy a echar las redes".





¡Viva Cristo Rey, Viva María Madre de la Iglesia y Viva el Papa!

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