Todos los católicos hemos vivido con sorpresa la renuncia de nuestro buen Papa, que ayer a las 20:00 horas dejó de serlo. Luego, los ánimos fueron calmándose y fuimos asumiendo con paz la noticia, con una paz teñida de pena, eso sí. La serenidad con que Benedicto XVI salía del Vaticano para irse a Castel Gandolfo no dejó de conmovernos, como tampoco sus últimas palabras desde el balcón.
¡Gracias, Dios, por este Papa!
Lo cierto es que al poco de conocer la noticia, me consolaba con la presencia de Benedicto en el Cónclave y su ascendencia sobre los demás cardenales para la elección del nuevo Sucesor de Pedro. Ya sé que las normas son extremadamente estrictas sobre este asunto, pero seguro que a ninguno de los electores les pasaría por alto cada gesto de Ratzinger, buscando en ellos alguna pista sobre el más adecuado para ejercer el ministerio petrino. Sin embargo, mi desazón fue absoluta al saber que no iba a participar en el próximo Cónclave. ¡Ahí el vértigo! ¡Esa continuidad Juan Pablo II - Benedicto XVI se rompía! ¡Los dos Papas que he conocido en mi vida, que para mí casi han sido como uno solo, nos iban a dejar desamparados!
Sí, ya sé que Dios no nos deja nunca de la mano, pero a veces las seguridades humanas nos proporcionan gran consuelo y arropo. Pensar en un nuevo Papa según el Corazón de Dios y bendecido por la autoridad moral de su antecesor era pensar en la continuidad de la Gran Caricia para el alma que han sido los dos Papas anteriores.
Sin embargo, Benedicto ya ha bendecido al nuevo Papa sin conocerlo aún como tal: le ha dicho "Serviam!". Y eso debemos hacer nosotros también. En cierto modo, el hecho de que me haya atribulado por su ausencia en el Cónclave era síntoma de una falta de confianza en el Espíritu Santo, que sigue guiando a la Iglesia. Frente al vértigo y caída en el miedo, la red de Dios que nos recoge. Bien mirado, ha sido Su voluntad que el Papa Sabio se apartase para que sepamos que el Pastor de Pastores, el Buen Pastor, sigue andando delante de nosotros. Sosiega ver la Cruz que corona el escudo de la Sede Vacante.
P.D.: Agradecer a Religión en Libertad que haya borrado los comentarios injuriosos contra mi persona publicados en uno de sus blogs y amparados en el anonimato.
Misericordias Domini in aeternum cantabo.
Del único no anónimo decir que espero no vuelva a suceder.
¡Viva Cristo Rey y Viva María, Madre de Misericordia!
Saulo, gracias por este post.
ResponderEliminarMe ha ayudado a reflexionar sobre el sentimiento agridulce que me embarga.
Agrio, porque se marcha un Papa que ha sido ejemplo de amor a Dios y de deslumbrante inteligencia.
Dulce, porque tenemos la certeza de que tendremos otro Papa que sabrá guiarnos tan bien como el se va. Y porque contaremos con los escritos del cardenal Ratzinger, actuales y futuros, que nos ayudarán a avanzar en nuestro camino hacia la santidad.
Jesús.
Gracias a ti, hermano.
ResponderEliminarEs verdad, aún tendremos los escritos de nuestro buen Papa emérito. Tengo ganas de leer lo que iba a ser su última Encíclica que imagino tratará de la Fe, ya que las anteriores hablaban de las otras dos virtudes teologales. Sea lo que sea, nada malo saldrá de su sabia pluma.
¡Un abrazo!
Un miembro de la secta pocera ha escrito que bien poco sé sobre las consecuencias de la renuncia y el hecho de que el Papa emérito no podía participar en el Cónclave, y no le falta razón, yo no soy canonista.
ResponderEliminar"... ladran Sancho, luego cabalgamos".
ResponderEliminarMiguel de Cervantes.
Jesús.
Jejeje.
ResponderEliminarSí.
; )