Que sería más o menos como hoy llamaríamos cariñosamente a Simón, el Apóstol arrojado en unos momentos y acobardado en otros más cruciales, a quien Cristo primero le dio el nombre de Piedra, arrebatándoselo al que era hasta entonces el Sumo Sacerdote de los judíos: Caifás (recordemos que Cefas y Caifás significan lo mismo: Piedra), y luego, las llaves del Reino.
El de hoy es un Evangelio muy clarificador. No sólo porque nos recuerda el momento en que Jesús instituye la Eucaristía, sino por revelarnos bien el carácter del primero de nuestros Papas. Cristo le arrea varias collejas en distintos momentos que viniendo del buen Jesús tuvieron que dolerle un poco, aunque dados con todo el Amor de Dios, eso sí.
¿Cómo debió sentarle al Pescador de Hombres que el Hijo de Dios le gritara "apartate de mí, Satanás", cuando sólo quería ahorrarle sufrimiento? ¿O que le afease el corte de la oreja de Malco cuando pretendía protegerle? Nada bien, suponemos, pero seguro que aprendió, y como la Reina de los Apóstoles, guardó esas reprimendas en su corazón, meditándolas. Al venir el Espíritu Santo, todo quedó cristalino. A Judas en cambio le bastó una sola azotaina de Jesús para sumergirse en la amargura y querer entregarlo.
El valiente Pedro saca pecho ante lo que parece una humillación excesiva de su Maestro, al que ama intensamente. "No, le dijo Pedro, ¡tú jamás me lavarás los pies a mí!". Estas duras palabras de Jesús bastan para bajarle los humos: "Si yo no te lavo, no tienes nada que ver conmigo". El grandullón cree que está en peligro el amor de Jesús y rápidamente le responde que, si es necesario ¡hasta la cabeza se va a dejar lavar! La reacción del buen Pedro es de lo más tierna, y a mí personalmente siempre me ha hecho sonreír.
Por eso me gusta tanto este cuadro decimonónico de Madox Brown (1865): mientras otros discípulos observan la escena y van quitándose las sandalias, Pedro parece estar refunfuñando un poco abochornado por las palabras de antes, viendo cómo el mismo Dios le limpia los pies. "No puedes comprender ahora lo que estoy haciendo, pero después lo comprenderás", le aseguró.
Y lo comprendió bien. Él y sus legítimos sucesores.
Aquí tenemos a Pedro, lavando y besando los pies de 12 muchachos presos en una cárcel romana: "Esto es lo que Jesús nos enseña y esto es lo que yo hago. Es mi deber, me sale del corazón y amo hacerlo", ha dicho el Papa Bergoglio.
Qué ejemplo.
Y lo comprendió bien. Él y sus legítimos sucesores.
Qué ejemplo.
¡Viva Cristo Rey y Viva Nuestra Señora de Luján!
Viva Cristo Rey mi querido Isael, Jesus realmente te ha dado un corazon hermoso, me encanto tu articulo muy lindo, aprendi bastante sobre la humildad del corazon. :) Tu Amiga Sisibel Flores
ResponderEliminar¡Muchas gracias, Sisibel!
Eliminar¡Un fuerte abrazo y que Dios y Su Santísima Madre te guarden!