Mi nombre es Sebastián Isael Pla Martorell, aunque todos me conocen por Isael, y este es mi pequeño blog. Escribo sobre lo que me apetece, pero sobre todo, escribo para Dios.

sábado, 22 de mayo de 2010

Humildad mariana

Hoy es Santa Rita de Casia, abogada de los imposibles, la de la espina de Cristo clavada en la frente, y se me ha olvidado; mira que lo advirtió el mossen el domingo pasado y que iban a bendecir rosas. El dicho infantil conocidísimo es "Santa Rita, Rita, Rita, lo que se da no se quita", pero el verdadero, lo que le dijeron a la santa en vida por su bondad fue " Rita, que a todos das y a nadie quitas". Santa Rita, ruega por nosotros.

Me apetece escribir algo sobre la humildad de la Virgen y lo mucho que se diferencia de nosotros, cosas que he ido pensando, o, como prefiero pensar, que Dios me ha inspirado, me ha soplado, me ha "chivao". Bueno, eso queda demasiado pretenciosos. Mejor dicho, cosas que Dios me ha hecho ver.

Dice María en el "Magnificat" cuando va a visitar a su prima Isabel: "Proclama mi alma la grandeza del Señor, se regocija mi espíritu en Dios, mi salvador, porque ha visto la humillación de su esclava." Humillación. Y nosotros tan llenos de soberbia, de vanidades. Pero además la Virgen es la Inmaculada Concepción, la concebida sin pecado, es la Pura. Y nosotros tan llenos de impurezas, de suciedad, de concupiscencia.

María es la que dice libremente "fiat", "hágase": "Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra". Podría haber dicho que no, Dios le da a elegir. Su voluntad, la nuestra también, es tan libre como la de Eva en el paraíso. Es la que en la parábola de los dos hijos da la respuesta óptima: dice sí y lo hace. Nosotros a veces decimos sí y no hacemos, otras, decimos no pero acabamos obedeciendo de mala gana; y las menos veces decimos sí y hacemos lo que toca.

Me conmueve ver las representaciones de María con el niño. Siempre tiene un gesto de humildad, incluso cuando se la representa siendo coronada como Reina del Cielo. Con el Niño Jesús en brazos (al menos en las pinturas y esculturas occidentales) suele tener el gesto dulce y la mirada baja, como quitándose importancia. El Niño sin embargo nos mira seguro y sonriente, y suele bendecirnos con la mano derecha; dependiendo del artista, aparece hasta juguetón y simpaticote. Es como si la Virgen quisiera decir "no os fijéis en mí, fijaos en Él, es Él quien ha venido a salvaros". Pero también nos fijamos en ti, María. Ya lo creo que nos fijamos ti, Madre de Dios y Madre nuestra, para que nos lleves a Jesús, fruto bendito de tu vientre. Y a Jesús le complace que queramos tanto a su mamá, intercesora, medianera, abogada nuestra, dulce siempre Virgen María.

No es una diosa, es una persona humana en quien Dios mismo se recrea, la obra maestra de la gracia. Una ayuda inconmensurable para nuestra salvación, para contarle cómo nos va cada día, ofrecerle nuestras alegrías y penas, dolores, preocupaciones, preguntas. Todo. Entre las cuentas del rosario hallaremos paz e incluso respuestas a algunas cuestiones. Ella ayuda siempre. Como dice la oración de San Bernardo "Acordaos, oh piadosísima Virgen María, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestro auxilio, reclamando vuestra asistencia, haya sido desamparado de Vos. Animado por esta confianza, a Vos acudo, Madre, Virgen de las vírgenes; y gimiendo bajo el peso de mis pecados, me atrevo a comparecer ante Vos. Madre de Dios, no desechéis mis súplicas; antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente. Amén."

Y recordemos además las últimas palabras de la Virgen en los Evangelios (en los Evangelios, porque después ha hablado, habla y hablará): "Haced lo que Él os diga".

Ruega por nosotros Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo. Amén.

¡Viva Cristo Rey y Viva la Virgen del Lidón!

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