Hoy he ido a ver la película "La Última Cima", sobre la vida de un sacerdote, Pablo, que murió en el Moncayo hace pocos años. Los testimonios de la película retratan la personalidad de Pablo como un sacerdote verdaderamente ejemplar, un Cristo en la tierra, como deben ser todos los sacerdotes, y los que no lo son, los cristianos en general.
Me ha llamado la atención la franqueza del director, al decir cuando da comienzo el documental que si crucificara a un sacerdote recibiría premios, pero si elogiaba a uno lo crucificarían a él. También el gran amor a Dios de Pablo, el testimonio final de su amiga y madre de Blanca, la coincidencia del nacimiento de ésta con el del hijo anterior muerto a los dos días de ver la luz, y las flores blancas del cielo que envió, estoy seguro, Pablo desde el cielo. En fin, todo.
Una última cosa. Es curioso que días antes hubiese recibido un correo en facebook sobre revelaciones de un alma del purgatorio a una religiosa, y hablase sobre las muertes imprevistas; debo recordar que Pablo murió repentinamente al bajar del Moncayo junto con una amiga, y ambos estaban deseaban morir en la montaña, además Pablo aseguraba que moriría joven y así fue. Este es el texto: “Algunas veces los que han colmado la medida de sus crímenes, permaneciendo sordos a todas las gracias, Dios los arrebata para que no exciten en Él mayor venganza. En otras ocasiones, son almas temerosas ya preparadas para unirse a Él y Dios las saca para evitarles los terrores de las últimas horas”. No hace falta decir que estamos en este último caso, era un alma tan llena de Dios y con tantas ganas de unirse a Él... había hecho muchísimo en la tierra, muestra de ello son los testimonios de la peli y el número de personas que acudieron a su funeral: una cantidad ingente, creo que fueron unas tres mil, incluyendo numerosos sacerdotes y veintitantos obispos. Cada alma tiene una misión encomendada, como bien decía Pablo según cuenta la madre de Juan y Blanca de la que antes he hablado. Pablo, estoy seguro, cumplió la suya con creces.
¡Viva Cristo Rey y Viva la Virgen de Covadonga!
Me ha llamado la atención la franqueza del director, al decir cuando da comienzo el documental que si crucificara a un sacerdote recibiría premios, pero si elogiaba a uno lo crucificarían a él. También el gran amor a Dios de Pablo, el testimonio final de su amiga y madre de Blanca, la coincidencia del nacimiento de ésta con el del hijo anterior muerto a los dos días de ver la luz, y las flores blancas del cielo que envió, estoy seguro, Pablo desde el cielo. En fin, todo.
Una última cosa. Es curioso que días antes hubiese recibido un correo en facebook sobre revelaciones de un alma del purgatorio a una religiosa, y hablase sobre las muertes imprevistas; debo recordar que Pablo murió repentinamente al bajar del Moncayo junto con una amiga, y ambos estaban deseaban morir en la montaña, además Pablo aseguraba que moriría joven y así fue. Este es el texto: “Algunas veces los que han colmado la medida de sus crímenes, permaneciendo sordos a todas las gracias, Dios los arrebata para que no exciten en Él mayor venganza. En otras ocasiones, son almas temerosas ya preparadas para unirse a Él y Dios las saca para evitarles los terrores de las últimas horas”. No hace falta decir que estamos en este último caso, era un alma tan llena de Dios y con tantas ganas de unirse a Él... había hecho muchísimo en la tierra, muestra de ello son los testimonios de la peli y el número de personas que acudieron a su funeral: una cantidad ingente, creo que fueron unas tres mil, incluyendo numerosos sacerdotes y veintitantos obispos. Cada alma tiene una misión encomendada, como bien decía Pablo según cuenta la madre de Juan y Blanca de la que antes he hablado. Pablo, estoy seguro, cumplió la suya con creces.
¡Viva Cristo Rey y Viva la Virgen de Covadonga!
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