Mi nombre es Sebastián Isael Pla Martorell, aunque todos me conocen por Isael, y este es mi pequeño blog. Escribo sobre lo que me apetece, pero sobre todo, escribo para Dios.

lunes, 16 de agosto de 2010

Crónica de la Consagración

Ayer sábado 14 de agosto, día de San Maximiliano María Kolbe, me consagré a la Inmaculada y me incorporé a su Milicia con el número 35. Fue una experiencia única que no me resisto a narrar.

Tras un agotador viaje en coche desde Vinaròs, especialmente para mi madre, que conducía, y debía seguir  hasta Santiago de Compostela, llegamos a Madrid. Nos dirigía María y conducía mi madre. ¿Que qué María? Pues María, la voz catalana del GPS que indica las rutas y que no suele fallar. Lo cierto es que encontrar la casa donde me iban a acoger fue sencillísimo, tan sencillo a pesar de lo desconocido del camino y el respeto que da una capital como Madrid, que decir que nos dirigía María adquiere otro significado si uno lo piensa bien, ¿verdad? Nos guiaba Nuestra Madre del Cielo por medio de su tocaya María GPS y conducía mi madre de la tierra, María José; eso está mejor. Las tres Marías.

La casa estaba situada en una zona particularmente tranquila. Llamé al timbre y nos abrió la puerta el padre Gonzalo Fernández, vestido con el hábito franciscano. Lo reconocí sin dificultad por haber visto su fotografía en el Facebook, y él a mí también, pues por entonces no debía esperar a alguien más con bolsa de viaje. Les ofreció solícitamente agua fresca a mi madre y Gonçal, que rehusaron agradecidamente para continuar lo antes posible el trecho de viaje que les esperaba, y al punto nos despedimos de ellos. El padre Gonzalo y yo entramos en la casa, pequeña y acogedora, de tres pisos y una terraza reconvertida en biblioteca.

Dejé mi magro equipaje en la habitación que me indicó el padre , y pasamos un rato delicioso hablando en el salón de la planta baja, contándonos nuestras particulares historias. Fue entonces cuando estuve seguro de que estaba ante un hombre santo, que amaba a Dios, a Cristo y a la Virgen con todo su ser, pero él no estaba satisfecho; aún los quería amar más, especialmente a María. Para eso, pienso, Dios tendrá que quebrar un poco sus costillas para ensancharle más, como a San Felipe Neri, el corazón, pues el suyo ya rebosaba de un amor indecible a la Virgen, como fiel y digno hijo de San Francisco de Asís que es. "Danos sacerdotes santos" se pide al Señor; la santidad de todos los sacerdotes que he encontrado en mi vida, especialmente desde que volví al seno de la Iglesia, aunque sólo Dios la conoce en toda su hondura, he de decir que es enorme. Desde mi párroco hasta el padre Gonzalo, ninguno me ha decepcionado lo más mínimo. Doy gracias a Dios por ello, y le pido que les conserve esa santidad y la aumente.

Tras la charla me acompañó hasta la boca de metro más cercana para ir al centro de Madrid, la única zona que ya conocía y tenía "pateada", a comprar un libro, cómo no, y por qué no decirlo, también algún cómic. Mientras andábamos recuerdo cómo el sol nos daba en la espalda y proyectaba nuestra sombra delante de nosostros. El padre Gonzalo no es mucho más alto que yo; si no recuerdo mal, quizá me saca dos o tres dedos, sin embargo me fijé en su sombra y la mía: la suya era bastante más alta; quizá fuera porque estuviera unos centímetros más adelantado que yo, quizá por esas cosas de la proyección. Su perfil era de líneas claras, por su cabeza algo calva y su pelo recién cortado, también por el sencillo hábito. El mío, con mi camisa y mis pantalones, pero sobre todo, con mi pelo fosco, revuelto, a veces ingobernable, era algo más difuso. Lo cierto es que me fijé en eso porque, cuando alzaba su dedo para indicar, la imagen de nuestras sombras parecía representar la escultura del Santo Cura de Ars diciéndole a aquel pequeño muchacho: "Tú me has enseñado el camino a Ars, yo te enseñaré el camino al Cielo".

Tras mis compras, con un tiempo justo y varios transbordos en metro, llegué tarde para rezar las vísperas con el padre, y después de una frugal cena a base de sabrosa ensalada de tomate por mi parte, y a base de pan y agua por la de él, fuimos a dar un paseo por el vecindario, donde continuamos con la conversación de la tarde y aprendí de sus palabras y consejos. Terminado el paseo, quedamos para el día siguiente levantarnos temprano, rezar laudes y desayunar. Así fue. Después de ello, fuimos a la iglesia de la Virgen del Rosario, donde es párroco, a preparar la Eucaristía y mi consagración, que iniciarían a las 10 de la mañana.

La Eucaristía... la consagración... ¡qué momento! ¡Qué gracia! ¡Qué regalo! Poco antes de la Santa Misa fueron acercándose los miembros de la parroquia y de la Milicia para darme ánimos. Por fin conocí a Miguel Ángel González, que fue quien se puso en contacto conmigo por internet y me reveló entonces la existencia de la Milicia en España. ¡Cuántas ganas tenía de conocerlo! ¿Qué vi en sus ojos? ¿Qué vi en los ojos de todos los que se acercaron? ¿Vi Fe? Sí, vi Fe; pero sobre todo vi Amor, Amor de verdad, hecho de dulzura y amabilidad, de sonrisas y gestos sin doblez, de sincero afecto y alegría. "Has elegido lo mejor", me dijo una señora. Y no mentía. Doy fe de que no mentía.


Tras la estupenda homilía del padre, se procedió a la consagración. Contesté con un "Sí, quiero" a las preguntas que me formuló, y luego, ante una imagen de la Virgen de Lourdes precedida de dos pequeños cirios, me arrodillé y dije las palabras de mi consagración, palabras que escribió el mismo padre Kolbe, cuya imagen, a la izquierda del altar, era testigo de todo lo que sucedía en ese lugar, y sus ojos y los de María se posaron en mí bondadosamente ese día, como se mira a un chiquillo que quiere hacer algo bueno, quiere andar y le cuesta, duda, y trastabillea. A un pecador, en fin, que quiere dejar de serlo, quiere dejar de ofender a Dios y no puede del todo, porque su madre lo engendró pecador.



Concluyó la consagración con la firma en el Libro de los milites sobre el mismo altar, que es Cristo. Acabada la Misa, todos vinieron a felicitarme y darme la enhorabuena. Fui cubierto con el gran amor de todos. Cristina me regaló una preciosa imagen plastificada del padre Kolbe abrazado a María. Miguel Ángel y yo nos hicimos una fotografía y nos despedimos casi al instante porque tenía que hacer un viaje sin demora; nos fundimos en un fuerte a
brazo y, después de dar unos pasos, se giró hacia el padre Gonzalo y yo, y con un gesto elocuente, nos dijo que nos llevaba en el corazón. Y yo también a él.


Eran ya pasadas las 11 cuando bajamos a la sala de proyecciones para ver un documental; se trataba, como no, de la vida del padre Kolbe, un reportaje realmente bonito y completo sobre la vida del sacerdote que cambió su vida por la de un padre de familia, sobre el mártir del Amor y patrón "de nuestro difícil Siglo XX". Cuando terminó, me despedí de todos, y aunque Cristina se ofreció a acompañarme en coche hasta Chamartín, finalmente fui en metro, que iba directo y en un tiempo bastante razonable para lo lejos que estaba. Me despedí especialmente del padre Gonzalo, que me regaló un grueso volumen de escritos de San Maximiliano. Le hice saber que ese día fue uno de los más felices de mi vida, y nos dimos un fuerte abrazo de despedida.

Y ya, hacia Vinaròs. Formalmente mílite, defensor de la Inmaculada, obligado por mi consagración a ganar almas para ella, y de ella, a Dios. Cargado con sus armas: la pistola (el Rosario) y las balas (las medallas milagrosas). Que Dios uno y trino, la Virgen y Kolbe me ayuden a cumplir empresa tan grande con humildad, tesón y sabiduría.

Hasta aquí la histroria. Doy las gracias a todos lo miembros de la Milicia, a todos los que ha rezado por mí, les doy un fortísimo abrazo, y en especial al padre Gonzalo y a Miguel Ángel, las dos amistades inmerecidas que me han regalado la Virgen y San Maximiliano María (siempre María, no hay que olvidarlo) Kolbe.



¡La salvación, el honor y la gloria sólo a ti te pertenecen, oh, Señor!



¡Viva Cristo Rey y Viva Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa!

4 comentarios:

  1. Isael nos tienes abandonados, actualiza. un abrazo

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  2. Hola Isael precioso amigo de mi corazon;) Diosito te bendiga siempre, un beso. Sisibel

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  3. Hola! Me ha encantado tu blog. Como coincidencia, te digo que tengo uno sobre santos y que vivimos muy cerca. Yo en Benicassim. Un abrazo. Dios te bendiga.

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    1. ¡Gracias, Ramón!
      ¡También he visto tu blog y me gusta mucho!
      Quyizá un día podamos vernos, yo vivo en Vinaròs, de momento.
      Un abrazo en Jesús, María y José ;)

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