Mi nombre es Sebastián Isael Pla Martorell, aunque todos me conocen por Isael, y este es mi pequeño blog. Escribo sobre lo que me apetece, pero sobre todo, escribo para Dios.

miércoles, 19 de junio de 2013

Ante el cual se ocultaban los rostros

Uno se sorprende al ver los últimos momentos de Annaliese Michel, la cara de la joven, antes de causar lástima, causa cierto rechazo. Previo al drama, era decididamente guapa. Una belleza. Transmitía bondad y simpatía. ¿Son la misma persona? ¿De verdad Dios quería esto? nos preguntamos.



                                                                                                                                                       
La terrible fealdad del sufrimiento, reflejo de la fealdad del pecado.

Por el testimonio de su madre y de los exorcistas, la suya no fue una posesión, digamos, "corriente" (ya sabemos que las posesiones no son corrientes, pero creo que me hago entender). El suyo fue un sufrimiento específico, con una finalidad muy concreta y sobre todo asumida por la joven, que dio su consentimiento: el suyo fue un sufrimiento co-redentor (Col 1, 24) de una intensidad excepcional, poco común, conscientemente aceptado.

Al Redentor le pasó. Y así vemos el salto de lo que dice el salmista a lo que dice el profeta y nos podemos imaginar, con el apoyo de estas dos fotografías, cómo fue todo:

"Eres el más bello de los hombres,
en tus labios se derrama la gracia,
el Señor te bendice eternamente".
Salmo 45, 3.
"Sin figura, sin belleza. Lo vimos sin aspecto atrayente,
despreciado y evitado de los hombres, como un hombre de dolores,
acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultaban los rostros,
despreciado y desestimado."
Isaías 53, 2-3.
Sin embargo, esa no es la última imagen, porque la muerte no tiene nunca la última palabra. Anneliese resucitará como lo hizo Cristo, esa es nuestra fe y nuestra esperanza. Y en cuerpo glorioso.


¡Viva Cristo Rey y Viva María, Co-Redentora nuestra!

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